Mujeres a (re)conocer: Susan Solomon
Desde el proyecto Women's Legacy queremos presentarte a mujeres que, aunque no se les concede la visibilidad que merecen, son protagonistas de nuestra historia.
Durante miles de años, la capa de ozono que rodea nuestro planeta ha sido la barrera invisible que nos ha mantenido a salvo de los efectos de la radiación solar dañina. Su deterioro no solo amenaza nuestra salud, sino que también juega un papel crucial en el cambio climático. En la difícil tarea de hacer entender a la sociedad y a los gobiernos la importancia de su preservación para evitar catástrofes naturales ha sido y es fundamental el papel que desempeñan grandes mujeres científicas.
Permite que te presentemos a una de las grandes referencias mundiales: la norteamericana Susan Solomon. Su trabajo es fundamental en la comprensión de la relación entre los CFC (clorofluorocarbonos) y la destrucción del ozono, especialmente en la Antártida. Fue una de las científicas clave en el descubrimiento y la explicación de lo que ahora conocemos como el "agujero de ozono".

Susan nació en Chicago el 19 de enero de 1956. De niña, veía documentales de naturaleza como los de Jacques Cousteau. Le empezó a interesar la química atmosférica cuando su proyecto para medir concentración de oxígeno fue premiado en un concurso del instituto. Mantuvo esta pasión por la ciencia y se doctoró en la Universidad de California en Berkeley con el futuro premio Nobel Paul Crutzen.
Después, empezó a trabajar en el NOAA (Agencia Estadounidense de la Atmósfera y el Océano). En ese tiempo, en 1983, se acababa de detectar una llamativa reducción de ozono sobre la Antártida. Aunque ya se conocía la capacidad destructora de los CFC, (gases usados como refrigerantes y en aerosoles) sobre el ozono, comprender cómo generaban el agujero en la capa de ozono antártica se convirtió en uno de los principales retos científicos.
Solomon dirigió dos expediciones a la Antártida, en invierno, con temperaturas por debajo de 50ºC bajo cero cuando la noche es casi permanente. Quería tomar datos de la composición atmosférica mientras el agujero se formaba. Después de estos estudios, Solomon demostró que esta pérdida de ozono en la estratosfera influía en el clima.
Durante un tiempo lideró el Grupo de Trabajo del Panel Intergubernamental de Cambio Climático. Después, se incorporó al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde continúa trabajando como catedrática. Es la tercera geocientífica más citada en el mundo en la década de los 90. La revista TIME la consideró en 2008 una de las cien personas más influyentes del mundo y un glaciar de la Antártida lleva su nombre.
Durante su amplia carrera profesional ha obtenido numerosos galardones, incluido el Premio Nobel de la Paz compartido con varios/as colegas. Es miembro de las academias nacionales de ciencia de los Estados Unidos, Francia y el Reino Unido; de la Academia Europea de Ciencias y de la Pontificia Academia de las Ciencias del Vaticano. Además, es doctora honoris causa por 12 universidades.
Una de las características más humanas de Susan en su carrera científica es su reflexión ética hacia los países emergentes en la lucha contra el cambio climático: «Me preocupa mucho que los más afectados por el cambio climático sean personas que viven en países pobres, que emiten muy poco. Debemos debatir más profundamente las cuestiones morales que rodean al cambio climático».
Susan ha aportado su conocimiento de cómo los seres humanos influyen en la atmósfera y en el clima. Con sus investigaciones ha contribuido a salvaguardar nuestro planeta hasta el punto que en dos ocasiones su trabajo ha marcado acuerdos internacionales relacionados con la protección de la Tierra.
La primera vez fue cuando mostró la causa del adelgazamiento extremo de la capa de ozono sobre la Antártida. Fascinada por el enigma, probó que el ozono se destruía en los cristales de hielo de la estratosfera antártica por reacciones en las que intervenían los clorofluorocarbonos. Pero había que tener datos para demostrarlo y ella se dedicó a esa tarea. Con sólo treinta años dirigió dos expediciones durante los duros inviernos antárticos. Su teoría se confirmó en 1987: los CFCs destruían el ozono. Los humanos modificaban la atmósfera.
La segunda ocasión en que la influencia de Solomon en el ámbito estrictamente científico se produjo en el periodo 2002-2008, cuando copreside el grupo de científicos a cargo del cuarto informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC). Por primera vez, la comunidad científica afirmaba que el cambio climático estaba, efectivamente, en marcha y que se debía a la acción humana.
«Siempre he pensado que el progreso científico puede iluminar el mundo», dice Solomon, «y que el público y los dirigentes deben decidir con la máxima información posible proporcionada por los científicos».
Uno de los últimos hallazgos de Solomon tiene que ver con la lentitud de la atmósfera para recuperarse: incluso si ahora dejáramos de emitir carbono, las alteraciones tardarían al menos un milenio en revertirse. Entonces, ¿ya no hay nada que hacer? «Nada más lejos de la realidad», explica, «No es demasiado tarde para frenar la subida de la temperatura en el planeta. Mis descubrimientos resaltan la importancia de tomar buenas decisiones respecto a cuánto carbono queremos emitir, precisamente porque los efectos que causemos no podrán ser revertidos fácilmente».
Siguiendo con sus palabras: «Si no investigamos más en esto, dentro de cincuenta años el planeta se habrá calentado mucho, así que me gustaría ver un esfuerzo diplomático amplio para fomentar la investigación en tecnología en esta área en todo el mundo».
Estamos ante una gran mujer y conocerla desde sus aportaciones es nuestra tarea. Todas las áreas del conocimiento se enriquecen con una diversidad amplia entre las personas que las construyen; las mujeres debemos estar ahí.
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